QUÉ SE PUEDE VISITAR

Tabla de contenidos
LA ARMONÍA DE LOS SIGLOS
LEYRE PRERROMÁNICO (VIII-X): IGLESIA Y MONASTERIO
EL PRIMER ROMÁNICO ESPAÑOL
EL MONASTERIO ANTIGUO
LA CRIPTA, UNA JOYA ARQUITECTÓNICA
PASILLO, TÚNEL Y SACRISTÍA MEDIEVALES
CAMPANARIO y ESPADAÑA
TRIPLE ÁBSIDE
EL CLAUSTRO ANTIGUO O PATIO DE LOS REYES
LA CABECERA DE LA IGLESIA
LA NAVE
LA PORTA SPECIOSA
MONASTERIO NUEVO
MÁS ESCULTURA Y PINTURA
PANTEÓN REAL DE NAVARRA

LA ARMONÍA 
DE LOS SIGLOS

En Leyre asistimos al nacimiento de la arquitectura románica monumental, a los primeros vagidos de un arte que se haría único en Europa durante dos siglos. La ausencia de referencias constructivas con otros lugares, o la exclusiva decoración de los capiteles, regalan a este monasterio un espacio reservado solo para él en la Historia.

En el corazón de la Sierra de Leyre una roca destaca sobre las demás, la de su monasterio. La montaña enmarcada por el pico Arangoiti anima a descubrir esa roca entre las rocas que dejan apreciar los bosques de encinas, robles, pinares, fresnos, arces, abetos, encinares, hayas, avellanos… Un paraíso natural alrededor de su piedra dorada y ardiente más emblemática, la del cenobio nacido en la noche de los tiempos, conjunto heterogéneo de Historia y Arte de épocas y estilos ensamblados en perfecta armonía, fiel reflejo de las personalidades artísticas que recorren el arte navarro de los siglos IX al XVII.

El conjunto arquitectónico de Leyre lo conforman tres espacios diferenciados en el tiempo, que conviven hermanados unitariamente. Hacia el sur, mirando al pantano, se encuentra el monasterio nuevo (siglos XVI-XVII). En el centro se erige la iglesia abacial (siglos XI-XVI), y, apuntando hacia el norte, a la sierra rocosa, el monasterio viejo (siglo XI), que en su tiempo también guardó el llamado palacio real, destinado a las frecuentes estancias de los monarcas navarros.

En Leyre asistimos al nacimiento de la arquitectura románica monumental, a los primeros vagidos de un arte que se haría único en Europa durante dos siglos. La ausencia de referencias constructivas con otros lugares, o la exclusiva decoración de los capiteles, regalan a este monasterio un espacio reservado solo para él en la Historia.

En el corazón de la Sierra de Leyre una roca destaca sobre las demás, la de su monasterio. La montaña enmarcada por el pico Arangoiti anima a descubrir esa roca entre las rocas que dejan apreciar los bosques de encinas, robles, pinares, fresnos, arces, abetos, encinares, hayas, avellanos… Un paraíso natural alrededor de su piedra dorada y ardiente más emblemática, la del cenobio nacido en la noche de los tiempos, conjunto heterogéneo de Historia y Arte de épocas y estilos ensamblados en perfecta armonía, fiel reflejo de las personalidades artísticas que recorren el arte navarro de los siglos IX al XVII.

El conjunto arquitectónico de Leyre lo conforman tres espacios diferenciados en el tiempo, que conviven hermanados unitariamente. Hacia el sur, mirando al pantano, se encuentra el monasterio nuevo (siglos XVI-XVII). En el centro se erige la iglesia abacial (siglos XI-XVI), y, apuntando hacia el norte, a la sierra rocosa, el monasterio viejo (siglo XI), que en su tiempo también guardó el llamado palacio real, destinado a las frecuentes estancias de los monarcas navarros.

CELEBRACIONES
LITÚRGICAS

En Leyre, la liturgia monacal se celebra prioritariamente en canto gregoriano, cuyas melodías se remontan al siglo VIII. El canto gregoriano ha sido declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Si desea participar en los Oficios de los monjes puede acudir libremente a la iglesia.
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LEYRE PRERROMÁNICO (VIII-X): IGLESIA Y MONASTERIO

Los primeros vestigios que tenemos de Leyre son los que encontró San Eulogio en el año 848, es decir la iglesia prerrománica, sobre la que al menos dos siglos después se levantó la nave de la iglesia actual. Aquella iglesia, al parecer relacionada con el Renacimiento Carolingio, como confirma su evolución, se levantó mucho antes sobre la base de algún primitivo centro de vida anacorética que también la puede relacionar con la arquitectura visigótica. No se sabe.

Las excavaciones iniciadas en 1935 encontraron intacta la planta mencionada de una iglesia de tres naves, muy evolucionada respecto a la original, posiblemente del siglo VIII, que explica el conjunto monumental del Leyre llegado a nosotros. Los elementos utilizados en las construcciones posteriores así lo atestiguan. Aquella iglesia original se quedó insuficiente y, tras el saqueo y demolición de Almanzor en el siglo X, Sancho III el Mayor mandó construir la actual, consagrada bajo el reinado de uno de sus nietos, Sancho IV el de Peñalén en 1057.

De la misma manera que las excavaciones atestiguan existencia de la anterior iglesia prerrománica, es de suponer que también existió un monasterio primitivo, del que San Eulogio ponderó su biblioteca en el año 848, por lo que será bastante anterior. Posiblemente, a esta construcción previa pertenezcan las piedras negras situadas en la plaza de los ábsides, con ventanas saeteras, así como las del muro norte del actual restaurante. Aires de fortaleza en una época de inestabilidad, debido a las invasiones y razzias sarracenas.

VISITA TURÍSTICA

Acceso a la cripta y a la iglesia, así como explicaciones de los exteriores que se ven durante el recorrido. Las visitas pueden incluir la degustación del licor de Leyra. Además, disponen de ofertas especiales para grupos.
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EL PRIMER ROMÁNICO ESPAÑOL

El Monasterio románico de Leyre es anterior al primer románico español, anterior a la catedral de Jaca, a San Martín de Frómista o San Isidoro de León. Guarda ciertas similitudes con edificaciones ultrapirenaicas, caso del Poitou, pero en cualquier caso resulta inclasificable, único. Las construcciones de este primer románico peninsular son, además de la cripta, el presbiterio y el llamado monasterio antiguo, donde hoy está hospedería, y que también albergó lo que fue palacio real alrededor del claustro desaparecido.

Se trata de un románico incipiente, austero, contundente, sin apenas adornos. Único, sin posible comparación con ningún otro peninsular. Resulta identificable en la desnudez, la sobriedad de sus muros, la calidad de la ruda construcción de la fábrica, y también los escasos detalles ornamentales. Los capiteles de Leyre, los de bulbos, ondas y trazos, estrías y volutas, los geométricos, incluso los exentos de ornato, resultan únicos en la historia del arte. Estampas de la identidad legerense.

MONASTERIO ANTIGUO

El monasterio de Leyre propiamente dicho comenzó en una época indeterminada, imposible de precisar, ¿siglo VII, VIII?, de las que nos han llegado diversos vestigios, elementos arquitectónicos. Ahora bien, el grueso del conjunto monumental data de comienzo del siglo XI, es decir, la cabecera de la iglesia y el monasterio propiamente dicho.

El monasterio antiguo estuvo en el espacio ocupado por la hospedería. Con tres alturas en su fachada oriental, la de la plaza de los ábsides, y con dos en la vertiente norte.

Además de las funciones religiosa y de vida monástica, el primer románico de Leyre también responde a un carácter militar, todavía visible en las ventanas saeteras del monasterio antiguo, tanto en la fachada contigua al triple ábside como en la vertiente norte, la del restaurante. El mismo carácter de fortaleza puede apreciarse en los dos torreones existentes, original el de la esquina noreste, y el matacán de la fachada principal, su único adorno junto con una ventana.

LA CRIPTA, UNA JOYA ARQUITECTÓNICA

Leyre destaca por su arquitectura, y dentro de ella una de sus joyas se llama Cripta, íntimamente relacionada con el estilo prerrománico, aunque su construcción la datemos a comienzos del siglo XI, cuando el rey Sancho III el Mayor decidiera levantar una iglesia acorde con el “centro y corazón” de su Reyno tras los destrozos de Almanzor en el siglo X.
La ampliación de la iglesia monástica precisó de un presbiterio nuevo unido a los muros de la anterior iglesia prerrománica. Para elevar esta cabecera a su misma altura, se construyó primero la cripta que la cimentará a continuación.
La cripta igualó el terreno del triple ábside al de la iglesia prerrománica. Sobre la marcha, la escasa altura que tendría la cripta planteó problemas arquitectónicos para sustentar el peso del presbiterio. El más llamativo, la división en dos de la nave central, que dio origen a cuatro naves, cada una con su ventana, apreciables en los cuatro vanos exteriores situados en la parte baja del triple ábside.

Leyre destaca por su arquitectura, y dentro de ella una de sus joyas se llama Cripta, íntimamente relacionada con el estilo prerrománico, aunque su construcción la datemos a comienzos del siglo XI, cuando el rey Sancho III el Mayor decidiera levantar una iglesia acorde con el “centro y corazón” de su Reyno tras los destrozos de Almanzor en el siglo X.
La ampliación de la iglesia monástica precisó de un presbiterio nuevo unido a los muros de la anterior iglesia prerrománica. Para elevar esta cabecera a su misma altura, se construyó primero la cripta que la cimentará a continuación.
La cripta igualó el terreno del triple ábside al de la iglesia prerrománica. Sobre la marcha, la escasa altura que tendría la cripta planteó problemas arquitectónicos para sustentar el peso del presbiterio. El más llamativo, la división en dos de la nave central, que dio origen a cuatro naves, cada una con su ventana, apreciables en los cuatro vanos exteriores situados en la parte baja del triple ábside.

PASILLO, TÚNEL Y SACRISTÍA MEDIEVALES

En el conjunto monumental de Leyre, un pasillo, un túnel y una sacristía han desafiado y vencido al paso de los mil años. Construcciones de los albores del siglo XI con funciones específicas. En la plaza de los ábsides hay una puerta pegada a ellos que da acceso directo a la cripta y conduce hasta el antiguo claustro, hoy patio.

Al fondo de este pasillo abovedado con medio cañón, construido con aparato de sillería, podemos ver un túnel, el túnel de San Virila, con una figura del santo al fondo. Se trata de un túnel que atraviesa subterráneamente la nave la iglesia, y que originalmente acabaría en dependencias anexas, caso de la hospedería de peregrinos.

Encima del pasillo encontramos la sacristía medieval, que comunicaba el monasterio antiguo con la cabecera de la iglesia. La estancia sirve hoy de capilla de la hospedería, y en ella todavía encontramos el armariolum para guardar los libros litúrgicos y el aguamanil originales.

CELEBRACIONES
LITÚRGICAS

En Leyre, la liturgia monacal se celebra prioritariamente en canto gregoriano, cuyas melodías se remontan al siglo VIII. El canto gregoriano ha sido declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Si desea participar en los Oficios de los monjes puede acudir libremente a la iglesia.
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CAMPANARIO y ESPADAÑA

El campanario de la iglesia que con sus tañidos señalaba el ‘ora et labora’ de la vida monástica, además de servir de guía a los peregrinos jacobeos en anocheceres y días brumosos. Para su eficacia precisaba de lugar alto para extender más largo sus tañidos. Las iglesias románicas rurales premiaban las funciones de llamada y orientación.

Al igual que el primer conjunto medieval de Leyre, la torre cuadrangular de la iglesia abacial, tampoco encuentra paralelo alguno con el románico peninsular por su ubicación en el segundo tramo de una nave lateral de la iglesia, por el aparejo macizo de sillería irregular, sin ornato alguno, y por la perforación que la adorna a media altura con un triple arquillo de ventanas.

Torre maciza, vigilante, singular, de comienzos del siglo XI. El guardián de Leyre ha permanecido incólume el paso de diez siglos que ha gozado o sufrido desde una posición privilegiada, que igualó en altura quinientos años después la modesta, sencilla y elegante espadaña cisterciense. Ambas conviven en perfecto entendimiento y armonía.

TRIPLE ÁBSIDE

El triple ábside constituye la imagen exterior más reconocible del conjunto arquitectónico de Leyre. Una misma calidad de piedra, una misma sobriedad monacal del conjunto. La calidad de la talla de la piedra y su tamaño realza la triple línea que apunta al cielo, a lo que contribuye el menor tamaño de los sillares según ascienden. Son piedras lisas, labradas y asentadas una a una, seudocónicas, macizas y de igual altura. La mole inexpugnable no ofrece otra decoración que los cuatro ventanales bajos de la cripta y los tres más estilizados del presbiterio.

El alero de escaso vuelo cierra el conjunto apoyado en una cornisa decorada con expresivos canecillos. Estas esculturas diminutas representan cabezas de personas, animales, esquemáticas figuras humanas, bolas, atributos, motivos geométricos o vegetales que contrastan con la desnuda grandiosidad del conjunto. La firmeza y robustez absidial confirman a un maestro arquitecto seguro de su técnica, consecuente y homogéneo, sin fisura alguna desde el arranque de la cripta al remate de la torre.

EL CLAUSTRO ANTIGUO O PATIO DE LOS REYES

Nada se conserva del antiguo claustro a excepción de muchas conjeturas, algunos cimientos, un fuste y un capitel románicos. Todo lo demás desapareció a lo largo de los 118 años posteriores a la desamortización. Sabemos, por ejemplo, que carecía de sobreclaustro, pero hoy solo observamos un espacio más o menos cuadrado que, imaginamos, entonces ocuparían las galerías de paseo y oración.

Hoy encontramos los ventanales de la hospedería y el imponente muro norte de la iglesia apoyado en contrafuertes y un tosco arbotante, ambos del siglo XVI.

También podemos disfrutar de una muy original puerta románica con cuatro arcos, dos de ellos apoyados en el mismo capitel, y que en un día comunicó el claustro con la cabecera de la iglesia. Esta puerta condensa el primer románico legerense, su personalísima tosquedad. Los arcos son dovelas irregulares sin clave y, como siempre, únicas las soluciones arquitectónicas.

LA CABECERA DE 
LA IGLESIA

Al igual que observamos en la plaza de los ábsides, la cabecera interior de la iglesia nos enseña una avanzada técnica de construcción a base de potentes muros levantados con enormes sillares lisos. El conjunto se levanta sobre la cripta que iguala así la altura del firme de presbiterio y nave. La parte central de la cabecera y las laterales quedan separadas por las arquerías y pilares, adosados o exentos, que sostienen las bóvedas de cañón rematadas en cuartos de esfera. El primitivismo y contundencia constructiva delatan a un arquitecto, el mismo de la cripta, de formación limitada y notable originalidad, atrevido y capaz, seguro de sus soluciones constructivas. En la cabecera, como en toda la parte inicial de Leyre, la inaugurada en 1057, aunque aquí más por su vistosidad, encontramos el mismo vacío cronológico y estilístico que convierten en única a la fábrica legerense. Se erige por sí misma y en sí misma. Ha conocido algunos modelos en Francia, en el Poitou, pero se hace a sí misma, fruto de un artista autodidacta.

El primitivismo resulta apreciable en cada piedra, pilar, sus columnas adosadas sin basa, y muy especialmente en los capiteles y el cimacio, cuerpo rectangular donde apoya el arco. Son 28 los capiteles, unos más alargados y proporcionados que los de la cripta y otros más cortos.

Las decoraciones de los capiteles, posiblemente del mismo autor que la arquitectura, repiten el esquema de la cripta de bulbos con volutas y estrías, como si de un esquemático capitel corintio se tratase, además del repertorio figurativo, vegetal y geométrico.

Al entrar a la iglesia la mirada se dirige, inevitablemente, a la cabecera acogedora y monumental, sobria y elegante, personal e irrepetible, única. Después, los ojos recorren los muros y se elevan a la bóveda. La primera observación parece no entender nada, no encuentra continuidad entre los tres ábsides y la nave única, y menos con su techumbre. Sin embargo, casi de forma milagrosa, reina la armonía.

LA NAVE

El arranque de la nave todavía guarda similitud con la cabecera, ya que este primer tramo de los cuatro que componen los muros es el que se hizo para unir el presbiterio con las paredes de la antigua iglesia prerrománica, la obra inaugurada en 1057. Poco después proyectaron el derribo de esta iglesia primitiva, cuya planta es la enterrada bajo la nave actual, para levantar una nueva nave.

Observadas las columnas adosadas inacabadas en la cabecera de la iglesia, donde no apoya arco alguno, así como las asimetrías y elementos que conforman los muros, podríamos deducir que la nueva iglesia iba a ser de tres plantas, pero se quedó finalmente en una nave única tipo salón.

El estilo de esta ampliación que dio lugar a la nave única de 14 metros de ancho y 47,3 de largo, se adapta al segundo románico peninsular, pero conserva una fuerte personalidad relacionada con la cabecera debido al espacio diáfano, desnudo de decoración, con anchura de altos vuelos que enmarca y engrandece el triple presbiterio.
Dos eran las puertas de acceso a la nave desde el exterior, la principal o Speciosa a poniente, y otra en el muro meridional, que hoy comunica con la actual capilla del Santísimo, antiguamente sala capitular. En ellas encontramos la iconografía escultórica más desarrollada, propia de un románico más evolucionado.

Tanto en las dos ventanas del muro meridional como en esta puerta de la capilla del Santísimo observamos los motivos escultóricos: un buey y un león de cuya boca salen dos piernas, en las ménsulas, y en los capiteles vemos tallos triples enlazados y rematados en abanicos con botones, monstruos de esquinas de cuyas fauces brotan hojas irregularmente nervadas, tallos sinuosos que culminan en hojas lisas alancetadas, lomos de aves, cabezas humanas, palmetas, cintas, etc.
La obra de ampliación fue inaugurada en 1098 posiblemente cubierta con madera a dos aguas, ya que los muros recién construidos no parecen destinados a sujetar una bóveda de cañón de piedra tan ancha. Faltaba cubrir la iglesia de forma más consistente, algo que ocurrió en el siglo XVI en cuatro tramos de ojivas, más largos que anchos, coincidentes con los muros, que fue necesario elevar junto con los pilares para sostener la nueva bóveda de crucería.

Se trata de una bóveda de aristas tardogótica de medios terceletes o de crucería simple. Las cuatro claves, a 17,65 metros de altura, llevan los escudos de los reyes de Navarra y Francia, del abad Miguel de Leache que hizo la obra, del rey Sancho Abarca y sucesores, y de los Añués sangüesinos. A la par se adosó la sala capitular, hoy capilla del Santísimo, de planta rectangular irregular y también con bóveda de terceletes.

Al final, la nave única más elevada y espaciosa conforma una de las ojivas más bellas de Navarra, una estancia grandiosa que no obstante anima al recogimiento.

VISITA TURÍSTICA

Acceso a la cripta y a la iglesia, así como explicaciones de los exteriores que se ven durante el recorrido. Las visitas pueden incluir la degustación del licor de Leyra. Además, disponen de ofertas especiales para grupos.
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LA PORTA SPECIOSA

La fachada principal de la iglesia enseña otro de los grandes tesoros de Leyre, la puerta Speciosa, compendio completo de la escultura e imagenería románicas, tanto por su iconografía como por la forma de hacer del artista. El tímpano, que parece por su estilo más antiguo por la severidad de los rostros y geometrismo de las vestimentas, contrasta con el delicado cincel del resto de la portada.

El conjunto escultórico, perteneciente a la ampliación inaugurada en 1098, parece datable en el primer tercio del siglo XII.

Al igual que, arquitectónicamente Leyre es una pieza única al inicio del Camino de Santiago que culmina en la catedral compostelana, la porta Speciosa es el primer gran conjunto escultórico que, tras pasar por Estella, Carrión o San Isidoro conduce al Pórtico de la Gloria. Influyó mucho en la época como puede apreciarse en la cripta de Sos o en los restos de la catedral románica de Pamplona.

Hay autoridades que aseguran en la ejecución de la Puerta Speciosa la presencia del maestro Esteban, escultor que participó en la construcción de la catedral de Santiago. Su estilo se identifica en los capiteles de las seis columnas y el del parteluz de la puerta.
La portada se distribuye en varios cuerpos ocupados por esculturas, casi con ‘horror vacui’, distribuidas sin un orden establecido, que diseccionamos, a continuación, de arriba abajo, y de izquierda a derecha.

Friso
San Miguel, Pantocrator entre San Pedro, San Pablo y otro apóstol, escenas del santoral local y las santas Nunilo y Alodia, tres figuras desgastadas por la erosión del agua, la puerta del infierno en forma de gran cabeza con rayos, la danza de la muerte, y Jonás y la ballena.

En el centro, sobre el arco, dos ángeles tocan trompetas que llaman al juicio final, con un esqueleto que se despereza en medio de ellos.

Enjutas
A la izquierda, San Virila con el báculo y el Libro Sagrado, y abajo un entrelazo de cordones y un hombre barbado. A la derecha, un santo mal conservado, la anunciación y la visitación, y abajo un entrelazado de vid con sarmientos y racimos.

Archivoltas
Simios delatores de lascivia, imágenes de juglaría, escenas de la vida cotidiana, oficios comunes, animales andrófobos que devoran figuras humanas, todo tipo de monstruos y animales fantásticos, bestiarios de alto contenido real, religioso y simbólico.

Tímpano
El Salvador entre la Virgen San Pedro, San Juan, Santiago y un escriba, todos rodeados de palmetas desordenadas y de volúmenes variables.

Capiteles
De afuera hacia adentro. Los tres de la izquierda: leones de largas garras y garzas, con cabezas de otros arriba, una mujer se mesa los cabellos, dragones enzarzados en una posición de morder las garras de su contrario. Los tres de la derecha: formación vegetal que recuerda al capitel corintio, aves picudas que se muerden las garras, y entrelazados con caras en las esquinas.

La puerta
Un león a la izquierda y un toro a la derecha. En el parteluz, figuras antropomorfas con un ajedrezado en el cimacio. A la derecha de las jambas, aparece un santo con corona y un libro sagrado que señala la entrada, y un esquema similar en la parte izquierda, no identificable por el desgaste.

LA HOSPEDERÍA INTERNA DEL MONASTERIO

Pasa unos días de retiro, paz y especial encuentro con Dios compartiendo más cerca la oración litúrgica y la vida de los monjes.

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MONASTERIO NUEVO

Los edificios conventuales del siglo IX, ampliados y reformados en el XI tras el paso de Almanzor, amenazaban ruina. Carecían además de hospedería, enfermería y noviciado como tales. Hacía falta un monasterio nuevo, que los monjes encargaron a Juan de Ancheta en 1567. Este arquitecto de Peralta proyectó un edificio pegado al muro meridional de la iglesia, similar al del Carmen de Zaragoza, pero que sufrió diversas modificaciones en su ejecución. Las obras finalizaron en 1648, quedando un imponente y sobrio edificio de tres plantas de elegante sillería, con aire herreriano, más un piso de ladrillo claro de estilo aragonés donde alternan ventanas y ventanales ciegos. El conjunto de 53 metros por 46 queda rematado alero artesonado muy saliente.

Las estancias giran alrededor de un claustro de dos andares, que reparte en el primer piso las estancias comunes: sala capitular, biblioteca con más de cien mil volúmenes, refectorio, locutorio, y una escalera ceremonial que conduce a la iglesia y al sobreclaustro. La decoración reúne una serie de cuadros de la vida del profeta Elías, el retablo de San Bernardo, e imágenes de santos y monjes.

Destaca en la sala capitular, la sillería antigua del coro, del siglo XVI, obra de Pedro de Montravel en delicado estilo plateresco. En el sobreclaustro sobresalen dos tallas de la Virgen: la de los Remedios, del siglo XVII, obra de Juan de Berroeta, y la talla con Jesús y san Juanito en el oratorio privado de los monjes, donde también hay una imagen de San Virila con la arqueta de sus reliquias.

En el monasterio nuevo encontramos el antiguo retablo de San Benito de la benedictinas de Estella, obra de Juan III Imberto de principios del XVII, con las valiosas esculturas barrocas de San Benito y los santos Mauro y Plácido.

Los edificios conventuales del siglo IX, ampliados y reformados en el XI tras el paso de Almanzor, amenazaban ruina. Carecían además de hospedería, enfermería y noviciado como tales. Hacía falta un monasterio nuevo, que los monjes encargaron a Juan de Ancheta en 1567. Este arquitecto de Peralta proyectó un edificio pegado al muro meridional de la iglesia, similar al del Carmen de Zaragoza, pero que sufrió diversas modificaciones en su ejecución. Las obras finalizaron en 1648, quedando un imponente y sobrio edificio de tres plantas de elegante sillería, con aire herreriano, más un piso de ladrillo claro de estilo aragonés donde alternan ventanas y ventanales ciegos. El conjunto de 53 metros por 46 queda rematado alero artesonado muy saliente.

Las estancias giran alrededor de un claustro de dos andares, que reparte en el primer piso las estancias comunes: sala capitular, biblioteca con más de cien mil volúmenes, refectorio, locutorio, y una escalera ceremonial que conduce a la iglesia y al sobreclaustro. La decoración reúne una serie de cuadros de la vida del profeta Elías, el retablo de San Bernardo, e imágenes de santos y monjes.

Destaca en la sala capitular, la sillería antigua del coro, del siglo XVI, obra de Pedro de Montravel en delicado estilo plateresco. En el sobreclaustro sobresalen dos tallas de la Virgen: la de los Remedios, del siglo XVII, obra de Juan de Berroeta, y la talla con Jesús y san Juanito en el oratorio privado de los monjes, donde también hay una imagen de San Virila con la arqueta de sus reliquias.

En el monasterio nuevo encontramos el antiguo retablo de San Benito de la benedictinas de Estella, obra de Juan III Imberto de principios del XVII, con las valiosas esculturas barrocas de San Benito y los santos Mauro y Plácido.

MÁS ESCULTURA Y PINTURA

Entre los objetos no citados, destaca en primer lugar la arqueta del siglo XI de Leyre, una de las joyas del arte musulmán peninsular, hecha en marfil con profusión decorativa con los más diversos motivos. Fue tallada en el Califato de Córdoba, por el artista Faray, en el año 1004 d. C., y destaca por su increíble detalle y finura en la ejecución. No se sabe cómo llegó a Leyre, donde guardó las reliquias de las santas Nunilo y Alodia. Hoy se encuentra en el Museo de Navarra.

Dentro de la iglesia de Leyre encontramos el Cristo crucificado de tres clavos y asombroso naturalismo, una talla de finales del siglo XV. También podemos ver la representación al óleo de San Virila escuchando el canto de pajarillo, de Juan Ricci (XVII).

Finalmente, dentro de la capilla del Santísimo encontramos el retablo de las santas Nunilo y Alodia, con el relato del martirio de las patronas del monasterio y las figuras de los copatronos Santos Emeterio y Celedonio. Juan Berrota firma los bajorrelieves y las esculturas centrales en bulto redondo de las santas.

PANTEÓN REAL DE NAVARRA

La iglesia de Leyre alberga el panteón de los Reyes de Navarra, situado en un arcosolio cerrado con una reja del siglo XV. Los restos se guardan en una arqueta de roble y herrajes neogóticos. Florencio Ansoleaga fue el autor de este panteón que quiso honrar la Historia del monasterio y de Navarra.

Leyre es el primer panteón real de Navarra, así erigido por la dinastía fundadora del Reyno, la Arista, en el siglo IX (Jimeno Iñiguez ‘El Fuerte’, Iñigo Arista, García Iñiguez y Fortún Garcés). En cambio, pudo haber un paréntesis al iniciarse la casa Jimena, o quizás no, ya que Sancho Garcés I y su hijo García Sánchez I pudieron enterrarse, o no, en Monjardín. Lo hicieron sus sucesores Sancho Garcés II y García Sánchez I, al igual que reinas e infantes caso de Ramiro Garcés, orlado rex como todos los hijos de reyes en la monarquía pamplonesa.

Sancho III el Mayor, el gran mecenas de Leyre, eligió enterrarse en San Salvador de Oña, monasterio que reformó con monjes legerenses. Su hijo García el de Nájera optó por su fundación en Santa María de Nájera, aunque sí parece probable que Sancho el de Peñalén prefiriera Leyre, que cedió el testigo como panteón real a San Juan de la Peña, Huesca, Pamplona, Roncesvalles, Saint Denis, Ujué, Santa María de Nieva, Poblet y Lescar. Ya en el siglo XVI, los últimos monarcas de Navarra, Catalina de Foix y su marido Juan III, volvieron a Leyre para inhumar a sus hijos Andrés Febo y Martín. Los padres no pudieron gozar de tal suerte.

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MONASTERIO DE LEYRE

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