LLEGAR A SER MONJE

«Si quieres gozar de la vida verdadera y perpetua, apártate del mal y obra el bien, busca la paz y corre tras ella». (Regla de san Benito)

LEYRE, HOGAR DE DIOS

Todo contribuye a hacer de Leyre un gran hogar de vida benedictina: su emplazamiento en uno de los más recios y hermosos paisajes de Navarra, su venerable tradición milenaria, la sobria belleza de su románico de primera hora, su situación apartada en lo alto de la sierra, la dureza austera de un clima a la vez mortificado y tonificante. Son circunstancias que encajan con el estilo monástico de san Benito. Pero todo esto nada es y en último término nada vale, si estas piedras admirables no constituyen un gran hogar de vida espiritual, donde la tradición monástica se hace viva y actual, y la llamada a la santidad resuena cada día con fuerza como el más alto ideal.

1.- LA VOCACIÓN

LA VOCACIÓN, UNA LLAMADA DE DIOS

La vocación a la vida monástica es una llamada de Dios a ser solo de Él y a vivir dedicado en exclusiva a Él. Es un don gratuito de Dios. Él llama a quien le place: «Jesús llamó a los que quiso» (Mc 3,13). Detrás de cada vocación hay un misterio de amor y de predilección por parte de Dios: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jer 1,5).

ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS CON EL OÍDO DEL CORAZÓN

La llamada de Dios resuena en el propio corazón. Como dice el salmo: «Oigo en mi corazón: “Busca mi rostro”. ―Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro» (Sal 26, 8-9). La voz de Dios se escucha de un modo tan personal, que más parece un deseo propio que una llamada. Sin embargo, la vocación no nace de sí mismo. La iniciativa parte de Dios: «No sois vosotros lo que me habéis elegido a mí, soy yo quien os he elegido» (Jn 15,16).

PLANTADA COMO UNA SEMILLA

Así sucede con la vocación: Dios siembra en algunos corazones el deseo de vivir con Él y sólo para Él. Dios mismo lo va haciendo crecer. Pero respeta siempre la libertad del elegido: «Si quieres ser perfecto…» (Mt 19,21). A quien ha sido llamado le corresponde escuchar a Dios, acoger su palabra en el corazón y entregarse con confianza y generosidad.

2.- DISCERNIMIENTO

EL DESPUNTAR DE LA VOCACIÓN

La vocación se manifiesta con unos síntomas bastante típicos: una añoranza de Dios, un sentimiento de insatisfacción ante lo que el mundo le ofrece y una inclinación por las cosas espirituales y por el propio aprovechamiento espiritual: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mc 8,36).

«HÁGASE TU VOLUNTAD»

Es la pregunta de todo llamado: «Señor, ¿qué quieres que haga?» (Hch 9,6). Si de verdad quieres escucharle, Dios te responderá y te irá revelando progresivamente su designio. Él suele servirse de muchos medios para darnos a conocer su voluntad: una luz interior, una persona, una lectura, la participación en una liturgia o una breve estancia en la hospedería interna del monasterio.

Dios mismo va encaminando a cada uno de sus elegidos al lugar al que ha sido destinado. Si te pones en manos de Dios, el Espíritu Santo te irá guiando hacia donde más te convenga: «Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y Él actuará» (Sal 36,5). No te afanes demasiado en encontrar el monasterio ideal, pues tu progreso espiritual no dependerá de ello, sino de la santidad de vida que lleves dentro. Si no te esfuerzas cada día en renunciar a tu propia voluntad y en avanzar por el camino del Evangelio, en ningún lugar aprovecharás por observante que sea el monasterio en el que profeses.

SOMBRAS...

Toda verdadera vocación entusiasma; pero, a la vez, produce vértigo. Este vértigo tiene su explicación: la llamada de Dios supera las posibilidades de nuestra naturaleza humana y nos sentimos sobrepasados. Esta es la tensión propia de toda vocación: por una parte, atrae; y, por otra, asusta.

Las dudas y vacilaciones son, pues, inevitables: ¿Lo mío será una huída por miedo? ¿El monasterio de verdad será mi sitio? ¿Podré resistir? ¿Para siempre?...

Son dudas muy humanas, pero comprensibles. Además te enseñan algo muy importante: para responder a la llamada de Dios, no te bastarán sólo tus propias fuerzas, sino que necesitarás día a día la ayuda de la gracia.

... Y LUCES

Confía en Dios. La iniciativa ha sido suya: «Él nos amó primero» (1 Jn 4, 19). Él no se va a echar atrás: «Los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Ro 11,29). Dios sabe esperar, sobre todo cuando ve buena voluntad y perseverancia. Su paciencia y fidelidad son tan infinitas como su amor: «Él permanece fiel, pues no puede negarse Él mismo» (2 Tim 2, 13).

No faltarán dificultades ni pruebas; pero, si de veras buscas a Dios, gozarás de su infinita bondad y tendrás la alegría de haber descubierto ese «tesoro escondido» del que nos habla el Evangelio (Mt 13,44). En el monasterio experimentarás la dicha de vivir en la casa del Señor alabándole y sirviéndole siempre. Y Cristo abrirá tu vida a un horizonte nuevo.

LOS SIGNOS

Si Dios te quiere para sí, te lo dará a entender. Pídele que caigas en la cuenta de ello. La primera señal de que Dios actúa en un alma es la rectitud de intención. También Él orienta dando luces y consuelos interiores. Si son de Dios estarán siempre dentro de la sensatez y del buen espíritu. Sé prudente y discierne bien.

Pero, acepta, con realismo, que, por más que hagas por discernir bien, siempre te quedará un margen de inseguridad. Es inevitable. Hasta que no ingreses en el monasterio y abraces la vida monástica, no acabarás de saber si Dios te ha concedido la gracia de la vocación. El mejor juez será tu propio proceso vocacional: «A cada árbol se le conoce por su fruto» (Lc 6, 44). Los mejores frutos de una verdadera vocación son una adecuada comprensión del ideal monástico, una integración en la comunidad con naturalidad, y la experiencia de que la vida monástica te hace feliz y te está ayudando a crecer como persona y como creyente.

3.- EL ITINERARIO

LOS PRIMEROS PASOS

Si Dios te llama, acércate más a Él para escucharle mejor. Es decir, frecuenta la Eucaristía y el sacramento de la penitencia, y procura tener ratos de oración personal. Encomiéndate especialmente a la Virgen María. Ella es la mediadora de todas las gracias. También de tu vocación. Pídele que Ella guíe tus pasos.

Mira bien tus intenciones: ¿verdaderamente quieres abrazar la vida monástica para buscar a Dios y para darte por entero a Él? Valora, también, si gozas de una salud física y psicológica suficientemente buena. Por último, para una buena adaptación, se necesita igualmente tener una edad adecuada (entre 18 y 40 años es la mejor). Las vocaciones más jóvenes también deben ser atendidas. Y los casos que sobrepasan un tanto la edad sobredicha, podrán ser examinados individualmente.

Ponte en contacto con el P. Maestro de novicios. Él te ayudará con gusto. Ambos veréis qué te conviene más en tu caso y en tus circunstancias. Puedes escribirle una carta o un e-mail: info@monasteriodeleyre.com (a la atención del P. Maestro de novicios).

Si todo va bien, lo habitual suele ser que el P. Maestro te proponga pasar unos días en la hospedería interior. Así podrás conocer más de cerca la vida monástica que se lleva en nuestro monasterio.

Finalmente, si continúas animado, después de haber hecho varias visitas al monasterio, podrás ingresar como postulante.

Si Dios te llama, acércate más a Él para escucharle mejor. Es decir, frecuenta la Eucaristía y el sacramento de la penitencia, y procura tener ratos de oración personal. Encomiéndate especialmente a la Virgen María. Ella es la mediadora de todas las gracias. También de tu vocación. Pídele que Ella guíe tus pasos.

Mira bien tus intenciones: ¿verdaderamente quieres abrazar la vida monástica para buscar a Dios y para darte por entero a Él? Valora, también, si gozas de una salud física y psicológica suficientemente buena. Por último, para una buena adaptación, se necesita igualmente tener una edad adecuada (entre 18 y 40 años es la mejor). Las vocaciones más jóvenes también deben ser atendidas. Y los casos que sobrepasan un tanto la edad sobredicha, podrán ser examinados individualmente.

Ponte en contacto con el P. Maestro de novicios. Él te ayudará con gusto. Ambos veréis qué te conviene más en tu caso y en tus circunstancias. Puedes escribirle una carta o un e-mail: info@monasteriodeleyre.com (a la atención del P. Maestro de novicios).

Si todo va bien, lo habitual suele ser que el P. Maestro te proponga pasar unos días en la hospedería interior. Así podrás conocer más de cerca la vida monástica que se lleva en nuestro monasterio.

Finalmente, si continúas animado, después de haber hecho varias visitas al monasterio, podrás ingresar como postulante.

ESCRIBE AL MAESTRO DE NOVICIOS

HACIA UNA CONSAGRACIÓN A DIOS

Hay un largo itinerario entre el ingreso como postulante y su integración definitiva en la comunidad. Los dos primeros años (postulantado y noviciado) son un tiempo destinado a la formación inicial monástica y al discernimiento de la propia vocación.

Pasados estos dos años, el novicio emite sus primeros votos por tres años (que pueden ser renovables).

Después de estos tres años (o de su renovación, si la hubiera), el candidato podrá convertirse en monje de forma definitiva mediante la profesión solemne. Los votos monásticos son: estabilidad (permanencia en la comunidad), la conversión de su vida según la Regla de San Benito ―que incluye la pobreza y la castidad― y obediencia.

PETICIÓN DE ORACIONES

Si deseas que los monjes encomendemos alguna intención tuya especial, háznoslo saber. La Comunidad monástica la tendrá presente en su oración y la pondrá a los pies de nuestro Salvador, de la Virgen de Leyre y de los Santos que se veneran en nuestro monasterio. Confía tu camino al Señor y él actuará.
ESCRIBA SU INTENCIÓN

ENCARGO DE MISAS

Toda Misa tiene por intención principal la gloria del Padre por Cristo en el Espíritu. Desde antiguo, a esta intención principal se ha añadido alguna intención particular: el descanso eterno de un difunto, el bien de un ser querido o el propio, etc. Si lo desea, puede encargar que los monjes celebren la Misa por alguna intención particular. Puede utilizar este formulario o hacer una petición en la portería del monasterio. La Misa no tiene precio, pero habitualmente los fieles contribuyen con una aportación económica a modo de ofrenda. Esta aportación se llama “estipendio”. En la archidiócesis de Pamplona, el estipendio de una misa es 10 euros. También aceptamos encargos de novenas de Misas y de Misas gregorianas por los difuntos (durante 30 días seguidos).
ENCÁRGUENOS MISAS

LIMOSNAS Y DONACIONES

Si desea colaborar ayudando a los monjes en sus necesidades y contribuir en sus proyectos puede realizar un donativo o limosna a la comunidad de Leyre. Se lo agradecemos de corazón y les tenemos presentes en la oración, confiando en que Dios les pagará con creces su generosidad. Como varias veces cada día pedimos los monjes: “que el Señor recompense a todos nuestros benefactores por los dones terrenales, los celestiales, y por los dones temporales, los eternos”.
HAGA SU DONATIVO
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    Si deseas que los monjes encomendemos alguna intención tuya especial, háznoslo saber. La Comunidad monástica la tendrá presente en su oración y la pondrá a los pies de nuestro Salvador, de la Virgen de Leyre y de los Santos que se veneran en nuestro monasterio. Confía tu camino al Señor y él actuará.
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    Toda Misa tiene por intención principal la gloria del Padre por Cristo en el Espíritu. Desde antiguo, a esta intención principal se ha añadido alguna intención particular: el descanso eterno de un difunto, el bien de un ser querido o el propio, etc. Si lo desea, puede encargar que los monjes celebren la Misa por alguna intención particular. Puede utilizar este formulario o hacer una petición en la portería del monasterio. La Misa no tiene precio, pero habitualmente los fieles contribuyen con una aportación económica a modo de ofrenda. Esta aportación se llama “estipendio”. En la archidiócesis de Pamplona, el estipendio de una misa es 10 euros. También aceptamos encargos de novenas de Misas y de Misas gregorianas por los difuntos (durante 30 días seguidos).
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    Si desea colaborar ayudando a los monjes en sus necesidades y contribuir en sus proyectos puede realizar un donativo o limosna a la comunidad de Leyre. Se lo agradecemos de corazón y les tenemos presentes en la oración, confiando en que Dios les pagará con creces su generosidad. Como varias veces cada día pedimos los monjes: “que el Señor recompense a todos nuestros benefactores por los dones terrenales, los celestiales, y por los dones temporales, los eternos”.
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