
Canto gregoriano
l canto gregoriano es la expresión musical de fe de la Iglesia latina y ha sido declarado patrimonio cultural de la humanidad, tanto por su calidad artística como por su valor y significación histórica. El canto gregoriano, pese a las divergencias, está en la base de nuestra música occidental actual.
El canto gregoriano en Leyre
San Salvador de Leyre fue uno de los primeros monasterios hispánicos donde se cantó el gregoriano. Las monodias gregorianas resonaron sin interrupción entre sus muros desde el último tercio del s. XI hasta la supresión del monasterio en el siglo XIX por las leyes desamortizadoras. Con la restauración de la vida monástica en Leyre en 1954, los monjes de Leyre ―que forman parte de la Congregación benedictina de Solesmes―celebran la liturgia manteniendo el canto gregoriano.
En Leyre, el canto gregoriano se escucha en su contexto auténtico: la celebración de la liturgia monacal desarrollada en el incomparable marco de la iglesia abacial pre-románica de San Salvador (ss. XI-XII).
Participar en una liturgia monástica que mantiene viva la secular tradición gregoriana constituye uno de los principales valores espirituales y culturales que el monasterio de Leyre ofrece actualmente a los miles de personas que lo vistan anualmente procedentes de los países más diversos.
► Liturgia en Leyre hoy: Canto gregoriano & Órgano
Historia del canto gregoriano
En el seno de la tradición
El canto gregoriano hunde sus raíces en una tradición milenaria que los primeros cristianos heredaron de la liturgia sinagogal judía, una liturgia basada fundamentalmente en la lectura de textos sagrados y la entonación de los salmos. También recibió influencias ―sobre todo modales― de la antigua música griega. Sin embargo el gregoriano es un canto primordialmente latino: más aún, es el canto propio de la liturgia de la Iglesia Católica romana.
El canto gregoriano es una gran colección de obras musicales vocales puestas bajo la advocación del papa San Gregorio I Magno (590-604). Pero el repertorio gregoriano no es obra de una sola persona, ni siquiera de una sola generación, ni floreció solamente en un lugar determinado, sino el fruto maduro de varios siglos de experiencia musical litúrgica en lengua latina en la Europa occidental.
Los antecedentes más directos del canto gregoriano se remontan a una antiquísima tradición litúrgica de las primeras comunidades cristianas, creada al rededor de los siglos III y IV, que fue después desarrollándose en repertorios locales (los cantos romanos, beneventanos, ambrosianos, hispánicos y galicanos). A partir de los siglos V al VII, principalmente por los Papas León el Magno, Gelasio y Gregorio Magno (a quien el canto gregoriano debe su nombre) este repertorio de cantos se fue organizando a lo largo del año litúrgico.
Nacimiento del canto gregoriano
El canto propiamente gregoriano, con una identidad propia, se remonta al siglo VIII. Dado el estado actual de los estudios, parece lo más probable que surgió en Francia de una evolución y desarrollo del canto romano influido por el canto galicano. En efecto, a mediados del siglo VIII, el reino franco adoptó la liturgia romana. Dado que los manuscritos litúrgicos sólo contenían los textos de los cantos, los cantores romanos tuvieron que cruzar los Alpes y transmitir oralmente las melodías romanas. Así se pusieron en contacto ambas tradiciones musicales y litúrgicas. De este modo, según parece, surgió en el norte de la Galia un nuevo repertorio, nacido de una inspirada fusión del canto romano y galicano.
El canto gregoriano es una música vocal, monódica (a una sola voz), y se desarrolla por grados conjuntos. Es más diatónico y simple (menos ornamentado) que el romano y tiene un ritmo más homogéneo. La melodía gregoriana está en función del texto que suele estar tomado de la Sagrada Escritura. Las composiciones gregorianas vienen a ser un comentario musical lleno de unción religiosa a un texto sacro.
Expansión
En el reinado de Carlomagno (+814), y gracias a la decisiva labor que desempeñan en él los monasterios benedictinos, este canto (que se conocía ya como "canto gregoriano") se fue difundiendo paulatinamente por toda la Cristiandad de Occidente a la par que el rito latino mismo, siendo su expresión acústica.
Durante el siglo X, el repertorio gregoriano alcanza su máxima cota y se va transcribiendo en manuscritos con distintas notaciones musicales. Gracias a la progresiva adaptación del sistema de pautas musicales en el siglo XI (creado por el monje Guido d’Arezzo), las melodías gregorianas quedarán fijadas con precisión para su más precisa conservación y transmisión.
Crisis y restauración en el siglo XIX
La aparición de la polifonía, a finales de la Edad Media, con la consiguiente deformación de las frases, las melodías y, sobre todo, el ritmo, contribuyó a que el canto gregoriano entrara en una fase de progresivo declive. Fue menospreciado en siglo XVI por la cultura renacentista y proscrito en los ámbitos protestantes. Y aunque se hicieron esfuerzos por restituirlo según los criterios de la música moderna de principios del siglo XVII, no se consiguió recuperar ni su pureza ni su fuerza expresiva al servicio de la oración de la Iglesia.
Será Dom Guéranger (1805-1875), restaurador de la abadía y de la Congregación de Solesmes, con quien se inicie la restauración del canto gregoriano partiendo de los antiguos manuscritos y con la ayuda de las técnicas de paleografía musical.
La Iglesia, desde León XIII y San Pío X hasta nuestros días, ha confiado a los monjes de Solesmes la edición de los libros litúrgicos en lengua latina para que este «tesoro de inestimable valor» ―así calificado por el Concilio Vaticano II― siga llenando de unción y de belleza la liturgia católica latina.
Publicaciones
Los monjes de Leyre han editado dos CD de canto gregoriano: